Para Nicolás Maduro, se acerca la hora de la verdad.
Las elecciones del domingo en Venezuela, donde el ex conductor de autobús reconvertido en presidente lleva once años reinando, podrían marcar un cambio trascendental. Quien desafía el tercer mandato del líder chavista de 62 años, al que las encuestas muestran debilitado, es el ex diplomático Edmundo González, Un candidato poco conocido, pero apoyado por la ganadora de las primarias de la oposición, María Corina Machado, de 57 años, expulsada de la contienda electoral con una sentencia de inelegibilidad: una alternativa propuesta por la Plataforma Democrática Unitaria (Pud) que representa la esperanza del cambio.
A pesar del tenso clima, los partidarios de ambos candidatos desbordaron las plazas de Caracas en las últimas horas, al ritmo del reggaeton y de cánticos de estadio, poniendo fin a una larga y acalorada campaña presidencial marcada por mítines oceánicos, pero también por unas 80 detenciones arbitrarias de opositores y una retórica de violencia sin precedentes, esgrimida por Maduro como estrategia de intimidación.
Con las fronteras cerradas y los trámites casi impracticables en el extranjero, será casi imposible que voten casi ocho millones de migrantes venezolanos. Pero entre los más de 21 millones llamados a las urnas, existe el deseo de cambiar de rumbo, aunque se combine con el temor a nuevas medidas autoritarias en el país, principal aliado de China, Rusia e Irán en Sudamérica.
Pese a que la comunidad internacional sigue de cerca el proceso y presiona para que las partes acepten los resultados electorales, es difícil predecir cuál será el escenario tras la votación, especialmente si el Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) -en el poder desde hace un cuarto de siglo- es derrotado. El proceso será supervisado por 380.000 militares y analizado por más de 600 observadores (sin incluir a los de la UE, considerados demasiado parciales por Caracas para ser invitados).
Lo que está claro, sin embargo, es que la paciencia con Maduro (destituido hace tiempo del Mercosur) en la región parece agotarse. Tras las evocaciones del chavista a "baños de sangre" o a una "guerra civil fratricida" si no gana, y los ataques a los sistemas electorales de Brasilia y Bogotá, las misiones de observación de ambos países han sido canceladas.
Fue demasiado hasta para líderes progresistas como el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y el colombiano Gustavo Petro, que hasta ahora siempre se habían mostrado abiertos al diálogo. También mostró exasperación el presidente chileno Gabriel Boric, que advirtió de una posible nueva oleada migratoria.
El temor es que la reconfirmación de la actual mayoría gubernamental desencadene un nuevo éxodo (un peligro que Machado ha señalado en repetidas ocasiones), después de que una reciente encuesta revelara que un tercio de los habitantes podría decidir marcharse en caso de que no se produzca un cambio.
Pero también preocupan las sanciones y la grave crisis económica, tras la atroz hiperinflación que de 2017 a 2021 dañó profundamente el tejido productivo y social del país (en 2020 la tasa fue del 2.968,8%, para bajar al 193% en 2023).
Cuestiones a las que se suma la de la seguridad, tras la movilización de tropas venezolanas en la frontera con Guyana a mediados de mayo. Una acción que también reavivó los sentimientos nacionalistas con la anexión unilateral de Esequibo (en el centro de una larga disputa) que puso en peligro la paz en la zona, donde Estados Unidos también tiene fuertes intereses.
El domingo, la elección de los venezolanos estará en el punto de mira del mundo, de Washington a Roma, de Moscú a Pekín, para una votación que podría cambiar el destino del país y su papel en el tablero geopolítico.
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © Copyright ANSA