El equipo de investigación, liderado por el Centro de Física del Clima de la Universidad Nacional de Pusan (Corea del Sur), utilizó como modelo al asteroide Bennu, cuyo posible impacto se monitorea para el año 2182. Según el estudio, el choque liberaría entre 100 y 400 millones de toneladas de polvo a la atmósfera, oscureciendo el sol y alterando drásticamente el clima y la fotosíntesis global.
El "invierno de impacto" no solo afectaría el clima, sino también la capacidad de las plantas y el plancton para realizar la fotosíntesis. La productividad primaria neta terrestre podría caer hasta un 36%, mientras que la marina disminuiría un 25%. Esto generaría trastornos masivos en la seguridad alimentaria mundial, ya que las condiciones climáticas desfavorables dificultarían el crecimiento de los cultivos.
Sin embargo, el estudio también destaca un efecto inesperado: el plancton marino podría recuperarse en solo seis meses e incluso superar sus niveles normales. Esto se debería al enriquecimiento de hierro biodisponible en los océanos, lo que desencadenaría una proliferación de algas sin precedentes, especialmente en el Pacífico ecuatorial y el océano Antártico.
Los autores del estudio recordaron que los impactos de asteroides no son algo nuevo en la historia de la Tierra. El último gran evento de este tipo fue el asteroide que creó el cráter de Chicxulub hace 66 millones de años, acabando con los dinosaurios. Aunque Bennu es mucho más pequeño (500 metros frente a los 10 kilómetros de aquel asteroide), sus efectos podrían ser devastadores.
Además, los investigadores advirtieron que el estudio no incluye los efectos adicionales de las emisiones de hollín y azufre de los incendios forestales que podrían generarse tras el impacto. Estos elementos podrían agravar aún más las consecuencias climáticas y ambientales.