En la práctica son muchos los interrogantes que rodean a la propuesta de los científicos que trabajan en el Gran Colisionador de Hadrones (GCH) para construir una máquina tres veces más grande que la actual: el Futuro Colisionador Circular (FCC).
Mientras unos confían en poder descubrir nuevas partículas que podrían revolucionar la física, otros cuestionan los US$15.000 millones que se requieren para la primera fase de su construcción.
Uno de los más críticos calificó ese gasto de “imprudente”, pero la profesora Fabiola Gianotti, directora general de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), defendió la que sería “una hermosa máquina”.
"Es una herramienta que permitirá a la humanidad dar enormes pasos adelante en la respuesta a preguntas de física fundamental sobre nuestro conocimiento del Universo. Y para ello necesitamos un instrumento más potente para abordar estas cuestiones", justificó.
El mayor hallazgo del Gran Colisionador de Hadrones fue la detección en 2012 del bosón de Higgs, una partícula que nos ayuda a entender de dónde proviene la materia que compone todo lo que vemos a nuestro alrededor.
La existencia de un bloque que da forma a todas las demás partículas del Universo fue predicha en 1964 por el físico británico Peter Higgs.
Era la última pieza del rompecabezas de la actual teoría de la física subatómica, que se denomina Modelo Estándar.
Eso se logró gracias al enorme colisionador construido con un túnel subterráneo circular de 27 kilómetros de circunferencia entre el Suiza y Francia, cerca de Ginebra.
La manera en que funciona es acelerando el interior de los átomos (hadrones), tanto en el sentido de las agujas del reloj como en sentido contrario, a velocidades cercanas a la de la luz y, en determinados puntos, los hace chocar entre sí con más fuerza que cualquier otro destructor de átomos del mundo.
Las partículas subatómicas más pequeñas que quedan de las colisiones ayudan a los científicos a averiguar de qué están hechos los átomos y cómo interactúan entre sí.