Los últimos datos demográficos de China pintan un panorama demográfico profundamente preocupante. A pesar de la relajación de las políticas de Beijing, los nacimientos en el país cayeron a 9,02 millones en 2023, el nivel más bajo en 74 años.
Algunos demógrafos dicen que este número de nacimientos podría ser el más bajo desde mediados del siglo XVIII. En otras palabras, la tasa de natalidad de China se ha desplomado a niveles más bajos que los que prevalecieron durante años de hambruna, guerra y agitación social en el país, lo que indica una renuencia extrema a tener hijos.
En segundo lugar, la población total de China ha disminuido en 2,08 millones, cifra mayor que la caída de 850.000 en 2022. Perder dos millones de personas es un poco como borrar dos ciudades de tamaño mediano del mapa.
Los datos confirman una tendencia a largo plazo de que la población de China ha alcanzado su punto máximo, y algunos ahora predicen una disminución crónica, con una caída dramática en el tamaño de la población del país y una tasa acelerada de disminución.
En tercer lugar, China está envejeciendo rápidamente. A finales de 2023, el país tenía casi 300 millones de personas mayores de 60 años, o el 21,1 por ciento de la población total.
El proceso de envejecimiento es más rápido que las estimaciones anteriores. Una investigación realizada por la Academia China de Ciencias Sociales en 2022 predijo que la tasa sería “alrededor del 20 por ciento” para fines de 2025. En cambio, la era de “envejecer antes de enriquecerse” ya está aquí.
Algunas personas argumentan que los datos de población de China se han visto afectados por factores puntuales. Por ejemplo, un aumento en las muertes después del repentino fin de las medidas de cero Covid en el país a fines de 2022 puede haber acentuado la disminución de la población total en 2023.
Otros han dicho que el próximo Año del Dragón en 2024, cuyo símbolo es uno de los más afortunados y poderosos del zodíaco chino, puede alentar a las parejas jóvenes chinas a tener más bebés.
Pero esta especulación en sí misma es un signo de la desesperación que hay en el país, donde la gente ahora confía en la superstición para aliviar la crisis de natalidad.
Desafortunadamente, aunque las autoridades chinas han reconocido que esta tendencia demográfica es un problema, todavía tienen que tomar medidas decisivas o destinar recursos masivos para solucionar el problema.
Aunque el gobierno central ha seguido desmantelando varias restricciones a la natalidad y ha pedido una “nueva cultura del matrimonio y la natalidad”, claramente se ha dejado que las autoridades locales hagan el trabajo pesado cuando se trata de proporcionar incentivos reales para que las personas tengan más hijos.
Esta actitud relajada contrasta marcadamente con los días de la política de hijo único de China, que se desarrolló entre 1980 y 2016, cuando las autoridades centrales movilizaron enormes recursos para establecer medidas rigurosas de control de la natalidad. Tan recientemente como 2001, China aprobó una ley de planificación familiar para que las parejas tengan la responsabilidad legal de restringir los nacimientos.
Está claro que China no puede impulsar los nacimientos castigando a las parejas que se niegan a tener hijos o se limitan a un solo hijo. Los esfuerzos deben centrarse en los incentivos.
Algunos demógrafos chinos, incluido Huang Wenzheng, han pedido al Estado que proporcione un subsidio de 1.000 yuanes (140 dólares estadounidenses) al mes a las parejas por cada hijo menor de 16 años que tengan.
Si bien las posibilidades de que una propuesta de este tipo pueda adoptarse rápidamente son escasas, es una realidad ineludible que el gobierno tendrá que gastar más dinero para revertir el problema demográfico existente.
Entre los muchos riesgos del “rinoceronte gris” que enfrenta China, el problema demográfico es probablemente el mayor y el tiempo se está acabando.
Si China hubiera comenzado a fomentar más nacimientos en 2004 o incluso en 2014, la situación podría haber sido mucho mejor hoy. Las ambiciones de Beijing de construir un país socialista poderoso para mediados de este siglo estarán fuera de su alcance si la población sigue reduciéndose y envejeciendo al ritmo actual.
La peor maldición para el futuro de cualquier nación sería que la gente decidiera convertirse en “la última generación” y renunciara a toda esperanza en un futuro mejor.
China ha estado caminando sonámbula hacia esta situación y el tiempo corre para que tome medidas decisivas y cambie de rumbo.